En ocasiones, la fauna silvestre es extraída de su hábitat por cazadores o por traficantes ilegales, terminando en manos de personas que pretenden tenerlas como mascotas. En la mayoría de los casos, estos animales enferman y mueren. Solo unos pocos son entregados voluntariamente a las autoridades ambientales o dejados en un CAI. Es aquí donde comienza una carrera tenaz por la vida. Curar sus heridas, suplir sus deficiencias nutricionales, tratar sus enfermedades. Algunos no lo logran. Los que sobreviven, deben enfrentar un proceso más duro aún: sanar sus heridas sicológicas debido al desarraigo, el largo viaje, el encierro, y la mutilación de plumas, garras, picos y hasta dientes. Esto puede tomar semanas, meses, años, y tal vez pueda dejar una herida tan profunda, que no bastará toda una vida.